DIBATTITO/DEBATE. Jesús Timoteo Álvarez: i pericoli della deriva populista. Ci può salvare l’Utopia? Forse… Si, crediamoci

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Vientos del 2017: Intuiciones sobre lo que nos viene
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Por la ventana sólo se ve niebla. Iluminada por augures de diferentes colores. Hace dos años ese color era la economía (Stiglitz, Piketty, Mazzucato, Spence, Naim…). Ahora es el populismo (Crouch, Todt, Diamati, Duhamel, Bauman/Bordoni, Rosanvallon…). Lo que se vislumbra es tormenta y pesimismo: el año entrante vira hacia la democracia directa, paso previo de las “democracias iliberales”, a lo Putin, a lo Erdogan, a lo Trump, a lo LePen… con inevitable deriva hacia gobiernos prepotentes y a dictaduras. Seguramente tienen razón pero esos gruesos ensayos son demasiado académicos, algo alejados del hacer diario. En el trajín del momento los comportamientos de las gentes se mueven por hilos más elementales. El primero de estos hilos tiene que ver con el nivel de manipulación que en todas sus actividades esas gentes soportan, es decir, la eficacia del marketing (de consumo, social, político) que han interiorizado. El segundo hilo tiene que ver con la percepción que las mismas gentes tienen de su propio poder, la sensación personal de su propia capacidad de decisión e influencia. El tercero, más subterráneo, es el rastro que el eterno flujo de la evolución humana, los comportamientos primarios, continúa teniendo en las actitudes, costumbres y decisiones de la sociedad y de las gentes.
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Jesús Timoteo Álvarez
Catedrático de Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid

Vientos del 2017: Intuiciones sobre lo que nos viene
La sociedad del 2017 es en una primera instancia producto del Marketing
La sociedad del 2017 es en una segunda instancia producto de la reorganización del sentido y de la estructura del poder
La sociedad del 2017 significa en una tercera instancia, el renacer de lo primigenio contra una “era confesional” e ideologizada.
¿Qué se ve en el horizonte?

La sociedad del 2017 es en una primera instancia producto del Marketing
El común comportamiento de los ciudadanos responde a programadas “provocaciones” o entradas que provienen de agentes de todo tipo. Los más clásicos son los comerciales que orientan el consumo y los comportamientos pero también los políticos y todo tipo de “influenciadores” que hacen lo posible para establecer actitudes y decisiones. El nivel de manipulación que las personas son capaces de adecuar son por tanto el primer elemento de organización social. Un ejemplo lo tenemos en las últimas elecciones USA, un flash inesperado, deslumbrante.

La victoria de Trump es el éxito de sus equipos de Estrategia y Marketing Político. Un par de “Spin Doctors”, Stephen Bannon y Kellyanne Conway, una empresa de Big Data, “Cambridge Analityca” de Alexander Nix, que había acumulado el perfil y la huella digital de los votantes, las Redes Sociales (Facebook y Twitter sobre todo), gestionadas aquí por Matthew Oczkowsk, que permitían llegar individualmente a cada votante y una gestión de contenidos con técnicas de desinformación (con mentiras programadas) ganaron la partida.

Arrollaron a los “Spin Doctors” demócratas: John Podesta, Olivia Pope y Zac Petkanas. Fundamentalmente porque estos padecieron de arrogancia.

Cameron convocando el referéndum o Hillary con su estrategia de campaña son clara muestra de ese pecado. Son tres las razones de esa soberbia. La primera es de identidad: el votante demócrata se identifica desde siempre con un gran segmento de mercado autodefinido como “progresista”, convencido de ser moralmente superior, jaleado por elites intelectuales y caracterizado por factores identitarios del tipo de igualitarismo, pacifismo, alianza de las civilizaciones, “buenismo”, culpabilidad occidental,…etc. La segunda es de discurso, de relato: estar seguros de que la gente vota por razones económicas; y así, su lenguaje y argumentos dominantes en la estrategia del poder demócrata y progresista gira en torno a conceptos económicos como PIB, salario social para todos, crecimiento, inflación, déficit público, economía sostenible y conceptos parecidos, todos ellos agregados estadísticos que se han consagrado como los únicos referentes del discurso político oficial y que tienden a concentrar el mundo en una máscara de objetividad, marcada por indicadores manipulables. Existe, sin embargo, una esencial diferencia entre el marketing comercial y el político: el primero, una vez logrado su objetivo de persuasión, se encuentra con un último contradictor que es el precio. El precio corrige excentricidades. El segundo, el marketing político, no cuenta con ese valor último de ajuste: votar sale gratis. La tercera es estratégica: creer, como sucede en el consumo de marcas y productos, que lo diferente, lo minoritario, define el progreso y atrae al comprador (al votante): para la izquierda intelectual todo lo minoritario es progresista y el desarrollo viene definido por la novedad, mejor mientras más radical; es así cómo dietistas, ciclistas, corredores, feministas, animalistas, tribus musicales, cursis del “vosotros vosotras”… etc., siempre que sean radicales y fanatizados se sienten con derecho a marcar el futuro de toda la sociedad. Resultó que una campaña orientada a elitistas, economicistas y extravagantes, que sólo puede alcanzar mayorías por acumulación de grupos radicales, fue un fracaso para los spin demócratas.

La sociedad del 2017 es en una segunda instancia producto de la reorganización del sentido y de la estructura del poder
En un doble sentido. Desde una perspectiva micro, y bajo influencia del consumo, las personas están convencidas de elegir autónomamente y de que sus decisiones influyen. Desde el punto de vista macro, la estructura del poder mundial ha saltado más allá de los Estados.

El Poder se ha entendiendo, desde donde alcanza nuestro recuerdo, como aquello que permite imponer las decisiones del soberano (de quien manda) a la libertad del subordinado.

Esta estructura lineal es eficaz en sociedades teocráticas o estatal-piramidales, pero es difícil de aplicar en un mundo complejo como el actual. El clásico modelo de causalidad no explica la evolución compleja de los acontecimientos, como sucede por ejemplo con la justificación del actual terrorismo. Sucede así con el poder: los votantes y consumidores están convencidos de que son libres y con capacidad de tomar sus propias decisiones. Cualquier poder por tanto es básicamente persuasivo, está obligado a “vender” antes que nada el convencimiento de que las decisiones son opciones libres y personales de los súbditos, tanto en el mercado de la política como en el de bienes y consumo.

Paralelamente ha sucedido una reorganización del orden geopolítico mundial. El viejo orden, basado en el sumando Estado, Territorio, Impuestos, Propaganda, Identidad, controlado todo ello dentro de las fronteras nacionales por el intervencionismo estatal, ya casi no existe. La globalización sobrepone a ese viejo orden un orden internacional distinto que es circular, caótico y sin referentes fijos. Son las poderosas “Repúblicas Digitales” (Google, Amazon, Facebook, Twitter, Yahoo, Apple, etc..) que violan las leyes fiscales de los territorios donde operan y sin complejos exigen radicales cambios de las mismas a su favor.

La sociedad del 2017 significa en una tercera instancia, el renacer de lo primigenio contra una “era confesional” e ideologizada.
Otro afianzado apriorismo del pensamiento dominante occidental identifica evolución y progreso con el definitivo triunfo de la razón sobre todo lo que tenga que ver con el mito, las creencias o la religión, la victoria definitiva de la razón sobre la supuesta ignorancia del pasado digno sólo de entierro y olvido. La palabra llave en este discurso dominante es el término “laicismo”. Nuestro mundo occidental ha eliminado del consciente colectivo el dilema profano-sagrado. Por innecesario. Pero tal vez las cosas no sean tan sencillas porque, como enunciaba Tocqueville, “las revoluciones, que fueron políticas, fueron siempre precedidas de revoluciones religiosas” En modo diverso.

La Revolución Americana la podemos relacionar preferentemente con Montesquieu, donde Dios es garantía metapolítica de la Constitución y de las leyes y no entra en las guerras por el poder. Los Estados Unidos de Norteamérica nacen de la religión y no se establece allí la religión al servicio de la política. El equilibrio de poderes presupone la existencia de diversas fuentes normativas en competencia entre ellas, unas de origen estatal (civil), otras de origen religioso (tradicional). La Revolución Francesa, sin embargo, nace preferentemente de Rousseau, heredando el Iluminismo, y tiene como fin la salvación del hombre a través del Estado y de la “voluntad general”. La autoridad es un cuerpo único que es político, donde la conciencia individual queda sometida a la conciencia colectiva de la nación, los sistemas de derecho y de ética quedan unificados en una única realidad. Nace ahí y para Europa la “religión política”, la ideología religiosa del Estado Nación al que el individuo queda religiosamente consagrado como súbdito y como ciudadano por el hecho de su nacimiento (que equivale al bautismo).

Un rápido proceso, sin embargo, ha puesto fin en menos de 30 años a esa era confesional, ideológica y de la religión laica. Porque esa estructura se montó sobre el Estado nacional que la globalización ha roto. Globalización aquí significa además de la ruptura del Estado Nación, la desaparición de la centralidad occidental y del modelo europeo, significa además la pérdida de soberanía a cualquier nivel que se licúa en redes y repúblicas “digitales” y la desaparición por desconocimiento o estupidez de referentes legales (“potestas”) y morales (“auctoritas”).

¿Qué se ve en el horizonte?
Evolucionamos hacia un futuro no controlable. Necesitamos entender la actual realidad y ser capaces de predecir su evolución hacia un modelo intramundano, terrenal, que, una vez prefigurado con uno o varios escenarios permita ser utilizado como referente y atracción de la acción política a seguir. Eso se llama Utopía, apertura a lo no localizado (u-topos), al no lugar, a lo universal. Ni Moro, ni Bacon ni Maquiavelo quisieron nunca crear una ciudad sino un paradigma, una referencia, un “lugar” de atracción y referente del camino a lo perfecto, a la “ciudad de Dios”. Desde nuestra perspectiva, en este horizonte se entrelazan dos hilos complementarios: la evolución darwiniana de lo humano con la ciencia y tecnología.

Nadie pone en duda la bondad de los progresos sociales y científicos que el mundo moderno ha alcanzado. Es probable que estos adelantos puedan, con el desarrollo científico, hacer frente a grandes retos de la humanidad tales como la minusvalía, el sufrimiento, la enfermedad, el envejecimiento, el dolor… y puedan cambiar la especie humana con la aplicación de lo que se conoce como “tecnologías exponenciales” o “NBIC” [nanotecnologías, biotecnologías, informática (Big Data e Internet) y ciencias cognitivas como inteligencia artificial y robótica]. Es probable que la tecnología cambie el mundo hasta el punto de que nuestros descendientes ya no serán en muchos aspectos “humanos” sino “transhumanos” o “posthumanos” o “postdarwinianos”, formando parte de una raza robotizada o cibernética. Será inútil sin embargo querer descartar de esta utopía cibernética lo primigenio, el rastro genético, el poso de comportamientos seculares, las virtudes y los vicios capitales, en definitiva, lo sagrado. Mientras quede algo de “humano”. Einstein, en su autobiográfico Out of My Later Years llega a acuñar la conocida fórmula: «La ciencia sin la religión es coja. La religión sin la ciencia es ciega». Y al final de su existencia, en 1955, en una especie de testamento, dejaba en su Mensaje a la humanidad una llamada (…): «Nosotros, los científicos, dirigimos una llamada como seres humanos que se dirigen a seres humanos. Recordad vuestra humanidad y olvidad el resto».

Porque al final y siempre esa humanidad es más grande que el cielo:

“La Mente – es más grande que el cielo –
“The Brain – is wider than the sky -
porque – puestos uno junto a otro -
For – put them side by side -
el primero contiene al segundo
The one the other will contain
con facilidad – y a ti – también”
With Ease – and You – beside”

(“The Brain”. Emily Dickinson: 1830-86)

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Jesús Timoteo Álvarez
Mis libros

- Los Intangibles en el valor de las empresas
- Neurocomunicación
- Manejo de la comunicación organizacional
- Historia y modelos de la comunicación en el s. XX
- Muchas voces un mercado
- Gestión del poder diluido
- Del viejo orden informativo

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